Gritón y gorila politicante
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
15-10-2024
En un país latinoamericano, flanqueado por los Andes, acariciado por más de 2500 kms. de litoral en el Pacífico, poseedor de todos los ecosistemas y las biodiversidades más ricas que hay en la Tierra, aconteció días atrás, que un gorila politicante la emprendió a gritos como si ese volumen fuera signo cerebral de algo.
La conseja popular recuerda: aunque el mono se vista con saco y corbata, mono se queda.
Hay lugares donde la voz bronca, la matonada aleve y la supuesta superioridad otorgan per se, “autoridad” al emisor que produce en realidad, factos de la más alta vulgaridad. El límite con el ridículo es de apenas micras. Lo aberrante y desafinado ¡jamás! producen sinfonías ni piezas musicales.
La riqueza prodigiosa del refrán peruano: ¡aquí llueve para arriba! carece de refutación alguna. Como en el tango, cualquiera es un señor, lo mismo un burro que un gran profesor. Intelectuales por correspondencia y diplomas de organizaciones no gubernamentales consagran eminencias en política, análisis y en la cobranza mensual de sueldos libres de impuestos. Y no pocas veces en odiados dólares.
Todo el país fue testigo de cómo una huelga de transportistas fue creciendo hasta conformar una severísima llamada de atención al gobierno de doña Dina Boluarte que no debe estar muy contenta con exiguo 7% de aprobación ciudadana.
La mejor constatación que lo antedicho resultó un suceso sin atenuantes fue la conferencia de prensa de los ministros más importantes del régimen. Cuando se dice no, es SI. Y viceversa.
Lo que mereció votos de aplauso y solidaridad fue la participación in situ de los transportistas y sus representantes, de pie, voz en cuello y palabras muy duras enderezadas a los legiferantes que anhelaban que la Tierra los tragase enteros.
La excepción fue gorila politicante a quien debemos reconocer que le calza bien el dicho norteño: el que nació para panzón, aunque lo fajen. Amén que a quien Dios no da, Salamanca no le presta. Brilla por ausente, cualquier chispazo de inteligencia.
Preciso es denotar que los espacios políticos muestran agotamiento extremo. Los clubes electorales, gavillas de oportunistas en procura de una senaduría o diputación; un puesto de secretario o asesor o alguna sinecura desde el Estado, atraviesan su más triste hora, sin tener comando en la sociedad que se organiza a pesar de estos cogollos viciosos.
Cuanto de peor que podía haber hecho el Congreso, ya lo hizo desde hace mucho tiempo y la sociedad aborrece a esa institución, a sus precarios inquilinos y todos los maquillajes no harán cambiar esa severa condena pública.
La violencia criminal está en todas las calles, plazas y avenidas. Esas prácticas delictivas nos dan prueba de su existencia porque la lista de ajuste de cuentas se incrementa a cada rato. Empiezan los brotes de respuesta, no desde la Policía que debiera ser la titular de la acción correctiva, sino desde espontáneos que disparan a matar.
Malos ejemplos como el de gorila politicante gritando a elemento civiles, corroen cualquier tejido social, lo envilecen hasta la náusea y santifican conductas que ya debieron haber sido censuradas. Pero demandar disculpas o enmiendas al actual Congreso, parece una tarea no sólo difícil, sino inútil.
Un porvenir donde todos gritan a la vez, con disparos letales de armas de fuego de ida y de vuelta, huérfanos de medida y equilibrio, no puede parecer frívolo predecir que entraremos en una guerra civil cuadra por cuadra, sin treguas ni banderas blancas y en camino a una disolución por pura inercia.
Con gorilas politicantes como mal ejemplo, el derrotero está trazado pleno de espinas venenosas a cada paso. Dueños del andar geopolítico de una buena parte de Sudamérica, capitanes de un imperio gigantesco sobre el que se apisonó la genialidad ingenieril incaica y la justicia social con alimentos, hoy estamos con el péndulo al otro lado: el caos más repugnante.
Suelo rebatir a quienes ya atisban la muerte del país y alistan sus maletas para buscar otros destinos. Creo que el amanecer, esa victoria que nos debe el porvenir según González Prada, cada día muestra su génesis cuanto más oscuro está el cielo.
Pero no podrá el país, sin decisión ni norte claro y contundente, cambiar su paso torpe hacia la redención con pan y libertad, limpieza y dignidad, si se carece de metas que representen esa promesa de la vida peruana, sin simios ni matones.
Cuando los líderes transportistas les decían a los legisladores que no sólo era un tema del gobierno sino también del Congreso, oía la reivindicación de una sociedad que paga a sus servidores a los que tiene que exigir ¡decencia y efectividad y cumplimiento de las órdenes del soberano que es el pueblo!