¡Atolondrados y majaderos!
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
14-11-2024
Si hay algo que los peruanos, de este a oeste, de sur a norte, evitamos definir y asumir valientemente, es cómo somos, por qué hacemos lo que hacemos y cuál la o las razones que nos impiden mirar el horizonte con ojos constructores y de porvenir.
Aunque no podemos descartar comportamientos atolondrados y majaderos.
Hidalgo y leal consigo mismo que aprendamos a conocernos, en nuestras virtudes. Y en los defectos y cómo mejorar y superarlos.
Pretender en un artículo efímero y modesto describir si los peruanos sabemos cómo somos y debido a qué causas, constituiría un esfuerzo mayúsculo y muy superior a las escasísimas capacidades de quien es sólo un aficionado a la redacción.
Al mismo tiempo es una opción muy rara e infrecuente. Nosotros no sabemos cómo somos, fanáticos hasta las lágrimas, si de corear el gol del triunfo se trata y, a la vez, guardar silencios inexplicables cuando los diferentes gobiernos regalan a precio vil nuestros recursos no renovables.
Un misterio lo constituye la falta de unidad política contra los vendepatria que se exhiben en todos los miedos de comunicación y quieren privatizar al galope. No es rentabilidad, ni riqueza para Perú, es el engorde de sus bolsillos egoístas la motivación principal.
Hemos incubado desde la más tierna infancia, una vocación por el silencio cómodo o el desentendimiento de cuanto nos rodea. ¡Ni siquiera lo admitimos!
Sí es posible, arriesgar algunas consideraciones que podrían resultar interesantes. ¿Siente lo mismo un peruano de Tumbes de calores ecuatoriales que el altiplánico de fríos recios y alturas no aptas para quienes sufren del corazón?
¿Qué los une a ambos? ¿Una bandera, un himno, una geografía? ¿Una historia común? Me atrevo a decir que Perú son muchas historias a la vez, no pocas con sabor a lágrima y opresión y con distintivas cuotas locales.
Mosaico múltiple, la ciudadanía peruana no ha roto en 203 años el pacto infame y tácito de hablar a media voz. Apenas si protagoniza un sainete o remedo en formación lenta, hasta farragosa.
Hay una historia no contada sino a retazos y se trata de la corrupción que es más vieja que la república y que está en el ADN social del Perú. Uno de los primeros timos y farsas la montaron los ibéricos y con Pizarro a la cabeza, dieron cuenta de Atahualpa en Cajamarca. Sería una de las germinales estafas de las cientos de miles que se han repetido hasta nuestros días, 500 años después.
No sólo vivimos atacados desde siempre por la corrupción. ¡Nuestro modus vivendi entiende a la corrupción como parte común y corriente de nuestras vidas!
Un traidorzuelo de baja y ridícula estatura, con sus botas a la federica, musitó que Perú era un país de confundidas gentes. Alguna razón tuvo, las principales calles y avenidas de todos los distritos, provincias y regiones, llevan su nombre, el del regalador de Lima a las huestes invasoras en la guerra que nos planteó Chile y los días de la tragedia fueron 13 y 15 de enero de 1881.
Pero los peruanos inoculados por una televisión deformadora y medios impresos y radiales mediocres, no cesan de cultivar la estupidocracia, “virtud” en que todos fingimos no entender nada con tal que nos dejen “vivir tranquilos” y que sean otros quienes paguen los platos rotos. Gobierno que llega, régimen que culpa durante sus primeros cuatro años –del total de cinco-, a la administración precedente. Y ya han transcurrido 203 años casi de este deporte tan canceroso.
¿Y nuestros críticos y analistas? Gozan mostrando sus múltiples diplomas, certificados de asistencia a foros, simposios, talleres, aunque repitan de canal en canal, radioemisora en radioemisora, diario tras diario, las mismas y vulgares cantatas que no cambian desde hace 35 años. ¡Estos son los conservadores que Perú NO necesita!
El soneto palurdo proclama que a más títulos y distinciones, mejor eficacia en las cosas públicas. La pregunta asoma de inmediato: ¿no han sido dilectos doctores, filósofos, galenos y estudiosos quienes han asaltado el presupuesto de la Nación y jamás han pagado por la felonía de sus robos?
El combinado es explosivo e indigesto. Hemos tenido asaltantes profesionales como titulares de portafolios; monreros y extorsionadores a cargo de bancos públicos y privados; presidentes rateros y hasta uno de esos se suicidó para no ir con sus huesos a la cárcel y otro renunció por fax a miles de kilómetros del país.
Díscolos, inecuánimes, los peruanos pasan de la tristeza al éxtasis, del rubor al descaro más desvergonzado. Del júbilo al fondo abisal y la forma pendular nos signa desde la iniciación de la república y es una manera inevitable de historiar nuestros pasos.