¡Leer con ojos dudosos!
Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
20-4-2025
Los lectores “rápidos” dan por ciertas las carátulas que ven en los quioscos. Cualquier publicación resulta en fuente de verdades que reciben apoyos entusiastas, asombrados o indignados. Dar crédito a rajatabla a lo que se dice en impresos, a veces irresponsables, es una tara de nuestro tiempo.
No sólo en Perú, en buena parte del mundo ocurre lo mismo también con los otros miedos: televisión y radio.
Profetas sociales, salvadores autonombrados de la nación, futuros senadores y diputados, ministros, gerentes y funcionarios vendepatrias, no paran mientes en lo que mal leen, lo asumen y, como en el juego del teléfono malogrado, lo que comienza en A termina en Z.
La ociosidad, madre de todos los vicios, ha venido a instalarse en el colectivo social peruano que ya no investiga, o lo hace epidérmicamente y no ha aprendido a indagar con ojos de duda para premunirse de premisas sólidas e imbatibles.
Siempre me he preguntado ¿cuáles las virtudes de esos intelectuales de quiosco que, premunidos de una pantalla gigante y una computadora pequeña, repiten mecánicamente cuanto se ve reflejado en el ecran?
No pocas veces los relatores son tartamudos, tienen pésima dicción y del castellano no entienden gran cosa. Sólo cacarean cuanto refleja el haz de luz en la superficie blanca. Estos idiotas modernos usan facilismos retrógrados que envilecen el lenguaje a cacofonías gestuales de las cuales les es imposible apartarse.
Si acaso un corte de luz o interrupción subitánea de su “presentación”, entonces, acaece la desgracia y el fracaso. Incapaces de improvisar, su disco duro no admite semejante alternativa, hemos llegado al nivel en que apenas superamos a los loros y la escala zoológica no nos favorece si nos comparamos con estos pajarracos.
Dirán los adictos a este método: “hoy es así, más rápido”; “las pantallas ayudan”. Es posible que así sea, pero eso nos confirma que, también, es más rentable leer y repetir sin creación alguna y sin comprobación que el auditorio entendió algo. Siquiera algo. Y por cierto: cobrar por tanto “esfuerzo”.
¿Pongo en duda la eficacia del negocio fácil? ¡Enhorabuena!
Algo parecido sucede con Internet. Los escolares de hoy y los universitarios de estos días, han perdido el buen y constructor hábito de la lectura. Todo se reduce al cut and paste y como original sólo pueden reclamar que ponen su firma a textos que no revisan, que asimilan acríticamente y que transcriben bajo el supuesto que por estar en la red, son datos exactos e impolutos.
Un estudio privado en temas comunicacionales de larguísima experiencia y trayectoria determina que sólo minúsculas porciones ven los programas políticos y que más escasos aún son los que aprehenden algo.
No poco de lo antedicho, débese al lenguaje primario, casi simiesco de nuestros políticos, absolutamente primarios, huérfanos de cultura elemental y moderna y lastrados por arquetipos anclados en 30 ó 40 años atrás.
Si unimos ambas circunstancias de comunicación insuficiente, mecánica acrítica, entre quienes se suponen son los instructores y el público llano, podemos explicarnos la aberrante miseria del lenguaje de nuestras juventudes que abdican del castellano para usar interjecciones en cada frase o sentencia o de la falta de lógica que los hombres y mujeres públicos denotan a cada instante.
No es tan desencaminada la idea de volver a los cánones antiguos en que la energía y habilidad del ponente motivaban en el auditorio la comprensión merced al buen manejo del lenguaje, a la precisión expositiva y, sobre todo, al esfuerzo mayúsculo que demandaba entablar empatía con el público tan acostumbrado, hoy por hoy, a las pantallas y a esos idiotas que repiten como autómatas y que no acometen ¡esfuerzo alguno!
Los conceptos también tienen que aterrizar, como era antes, por la deseable vigorosidad intelectual del expositor y porque, además, tienen el reto fundamental de confrontar la inteligencia del oyente que así practica y razona. Y no repite sumisamente cuanto hay en textos que otros preparan.
Trasládese lo antedicho al cuadro general de un país que pretende ser moderno pero que no puede, a pesar de cañones y pantallas, borrar de sus calles tanta mendicidad, pulverizar taras delincuenciales y el accionar de pandillas vinculadas al narcotráfico que hacen ajuste de cuentas, todos los días.
Y no hablemos de esas otras cáfilas de vendepatrias que regalan el país merced a contratos con dedicatoria y concesiones sine die de término con pingues ganancias. Pero la nación se desprende de su patrimonio con el silencio cómplice de las múltiples castas que gobiernan regularmente el Perú.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!