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Corrupción a diestras y siniestras

Corrupción a diestras y siniestras

Publicado: hace 17 horas


Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

14-6-2025

Corrupción a diestras y siniestras


La corrupción no distingue sesgos políticos. Se instala infecciosa tanto en diestras (ubicación por excelencia) y en las siniestras (con lenguaje y castillos teóricos armados para disfrazar sus robos y los dólares foráneos).

No es más dañina la corrupción porque se guarezca bajo el timón usual de grupos depredadores, rentistas, racistas, insolentes y para los que Perú es una chacra en la cual pueden emprender, literalmente, lo que les venga en gana.

Y no es menos letal ésta misma tara, si radica en discurseadores baratos que edulcoran sus modus vivendi superior, viajes al por mayor y fábrica de folletitos con literatura de propaganda, en el supuesto “nombre y beneficio del pueblo”.

A unos y otros y en todos los organismos e instituciones públicas hay que combatirles con fiereza, inequívoca voluntad de limpieza y, sobre todo, horizonte de país y su destino que no puede comprometer malamente el futuro de más de 30 millones de ciudadanos.

En El núcleo purulento, Bajo el Oprobio, Lima 1933, Manuel González Prada escribió sentencias que persisten, hoy como ayer, avergonzándonos como Nación.

Los delincuentes en múltiples reparticiones estatales van revelando su mínima catadura moral cuanto que minúscula es la de testaferros, cómplices, adláteres y compinches en todas las agrupaciones políticas, burocráticas, jurídicas.

Recordemos con don Manuel:

“Mas nada debe sorprendernos en un país donde la corrupción corre a chorro continuo, donde se vive en verdadera bancarrota moral, donde los hombres se han convertido no sólo en mercenarios sino en mercaderías sujetas a las fluctuaciones de la oferta y la demanda. Una conciencia se vende y se revende hoy en el Perú, como se vende y se revende un caballo, un automóvil o un mueble. Admira que en las cotizaciones de la Bolsa no figure el precio corriente de un ministro, de un juez, de un parlamentario, de un regidor, de un prefecto, de un coronel, de un periodista, etcétera.

Y nos referimos particularmente a Lima que en el organismo nacional ejerce la función de núcleo purulento. Aquí nacen para cundir en toda la República los gérmenes patógenos, aquí se malean los hombres sanos venidos de las provincias a evolucionar en el mundo político. El provinciano, cogido en la zarabanda de los intrigantes limeños, comienza por adquirir una visión falsa de las cosas y acaba por sufrir una completa obliteración del sentido moral. No se cura de las lacras lugareñas y se contamina con los vicios de la capital. Un forastero alimeñado se vuelve peor que los limeños pur sang.

La desinfección nacional no puede venir del foco purulento; la acción necesaria y salvadora debe iniciarse fuera de Lima para redimir a los demás pueblos de la odiosa tutela ejercida por grupillos de la capital”.

Descubre el Perú, por enésima vez, que el togado, el magistrado de cuello y corbata, el legiferante y otras figuras y figurones, nunca fueron más que caricaturas y operadores de la corrupción, ese núcleo purulento que nos viene como maldición hace más de 204 años.

Los clubes electorales -alias partidos políticos- prohíjan angurrientos listos a engullirse los fondos tributarios vía contratos con nombre y apellido, licitaciones tramposas y proveedores delincuentes que ofrecen una cosa pero entregan otra.

Una de las modificaciones que los brutos “dirigentes” pretenden imponer, se refiere a la mengua representativa de los grupos regionales. Obvio que eso promueve más de lo mismo: el largo predominio de una capital absolutamente de espaldas al país.

Con precisión afilada González Prada exclama que la desinfección nacional no puede venir del foco purulento, Lima. Aquí se guarecen los mecanismos principales de la trampa y la picardía. En una capital profundamente retrógrada, se cocinan los peores platos con miras estrechas y autistas.

¿Cuánto más bajo necesita Perú caer, para mostrar sus miserias horrendas y subalternas? Navegar en el fango, en aguas oscuras y amenazantes, no es lo mejor pero hay que salir de esas estaciones de alguna manera.

¡Precisamente! Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz y decirle al pan, pan; y al vino, vino. Al sinverguenza, al ratero, al estafador de la fe pública y vendedor de sebo de culebra, hay que llamarlo por su nombre: ¡delincuente!

Los pícaros se sombrean y esperan, viviendo del dinero deshonesto, fuera del Perú o en playas hermosas, gozando de viviendas y bienes frutos del robo. Otras veces la delincuencia internacional los coloca en puestos en entidades regionales donde tienen inmunidades diplomáticas. Es decir, el robo es su divisa aquí o acullá.

Y los pillos carecen de banderas o prescinden de ideologías a la hora de clavar la uña hambrienta en los fondos públicos. La historia reciente no distingue entre izquierda o derecha, podemos mostrar en las cárceles a redomados miserables a quienes da lo mismo Chana que Juana. ¿O no es así?

El Perú necesita una revolución moral. Hombres y mujeres de todos los partidos, de la multitud de colectivos, de las diferentes congregaciones religiosas y laicas, de todas las edades, de todos los confines, de todas las sangres, tienen el imperativo soberano de pelear por la unidad.


Escrito por

herbertmujicarojas

¿Será lícito describirse uno mismo? Al servicio y consagración de las causas populares. Nada hay más importante que procurar la victoria de los ideales que pasan por un Perú libre, justo y culto.


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